sábado, 5 de diciembre de 2009

A-Marte Luna

A-Marte Luna


Me advirtió desde el primer olfateo: No te convengo.

No me subestimes. Le ofrecí una mano. Para evitar la grosería, soltó un gracias trabado y se adelantó un par de pasos.

Una brisa aguda anunciaba el fin del día.

Será una noche tan clara que podremos ver Marte. Dicen que es como una enorme estrella rojiza.

Gesticuló tibiamente, sin dar mayor importancia a mi alardeo. No me subestimes, murmuré con la suficiente fuerza para escuchar mi voz sin que ella lo hiciera.

Caminamos sabiendo a dónde llegar, pero sin rumbo. Se cerró la noche y por fin me permitió pasar mi brazo por su hombro. Ciñó mi cintura. No te convengo, repitió a la par en que me dejaba sentir su cuerpo.

Alcanzamos una banca bajo un farol apagado. Perfecto, podemos sentarnos a ver cómo sube la luna. El cielo estaba despejado como casi nunca, infestado de estrellas. No supe distinguir a Marte, por lo que no insistí en mencionarlo.

La luna, llena, se dejó caer sobre nosotros. Enorme, ya superaba los edificios más altos que asfixiaban al parque. Quise besarla, pero me recibió con un gruñido hambriento que espetaba su hocico rabiante. Los ojos inyectados de odio parecían repetir el “no te convengo” que no quise escuchar. Con un zarpazo me arrancó media oreja. Advertí mi locura a la intemperie. Te dije que no me subestimaras. De un brinco cacé su cuello. Clavé mis enormes colmillos en ese asqueroso cogote. Se desvaneció envenenada. No me esperaba. Tampoco yo.

Apenas pude mantenerme de pie. Me dolía lo que me quedaba de cara. Por unos momentos logré recargarme en la banca, sin querer sentarme. Miré al cielo por última vez. Ahí estaba Marte. Salpicaba escarlata, sonreía saciado. Se sabía imponente ante la influencia de la reina.

Astros de porquería.

jueves, 29 de octubre de 2009

Lo que vale ocho nuevos pesos - Mayo 1996.

LO QUE VALE OCHO NUEVOS PESOS

José Hamra Sassón - Mayo 1996

Todo fue tan rápido que su vestido se desprendió del cuerpo gimiendo cansado de despertar mil y un metamorfosis. Todo fue tan rápido que ni siquiera comprendo cómo acepté compartir la sangre y el pan bajo cruces cubiertas de espesos velos mezclados en sal. Todo fue tan rápido que apenas pude ver como sus negros cabellos ocultos le alumbraban los pechos que con una desdibujada sonrisa mostraban su experiencia. Todo fue tan rápido que de lo hablado sólo recuerdo sus cinco mil setecientos cuarenta y seis años que estúpidamente cuestionaban mi tan bien conservada inmadurez. Todo fue tan rápido que acabé succionado por una tremenda trompa que desde el fondo de su alma me acariciaba llorando sin dejar de contar las monedas de plata con las que alimentaba su enorme vientre. Todo fue tan rápido que me quedé dormido y olvidé que tenía que sentir no se qué…

Todo fue tan rápido que salí desafinado evadiendo escalones y rumores que alargan sus rasposas redes a mi cuello. Todo fue tan rápido que arrastro ciento treinta cuatro lunas que invariablemente pretenden cambiar de forma y matiz. Sigo sentado, aún espero entender cómo fue que todo fue tan rápido, abrazado de aquella tarde en espuma virtual.

jueves, 27 de agosto de 2009

Q.E.P.D.

Alguna vez leí, no recuerdo donde, la historia de un hombre que abría el periódico y leía su obituario (¿o era su esquela?). Me pareció una historia en extremo tétrica. Estar y no estar más. Ser testigo de su propia no-existencia. Qué sensación tan inverosímil y tan cierta.

martes, 23 de junio de 2009

Elecciones del 5 de julio, ¿Camino a una Dictacracia Transmutante?

Se acerca el 5 de julio. Es momento de repensar algunos asuntos relacionados con el proceso electoral y la transición democrática a la mexicana (que tiene vistas de irse a la deriva).

  • Después de 71 años de PNR-PRM-PRI, casi 9 de PAN, y las muestras del PRD a nivel local, me queda más que claro que el pilar fundamental de nuestro sistema político (y social, empresarial, judicial, económico, eclesiástico, sindical, etc.) es la corrupción. El debate sobre las facultades del Estado en menesteres privados y la participación de la iniciativa privada en la arena pública está resuelto. Ya lo decíamos durante el sexenio de JOLOPO, “La corrupción somos todos”. En ese sentido, no vale la pena quemarse las pestañas para desmarañar la caja negra de la transición a la democracia. El sistema se nutre a sí mismo. Casi todo lo que toca se ensucia. Hay salvedades, pero con una lanita pa’ los chescos, se acabaran ajustando a la realidad mexicana. Arriba y adelante, pues.
  • Estoy de acuerdo con que el Estado regule el gasto electoral y también limite la participación de las televisoras (y sus intereses particulares) en los procesos electorales. De las últimas cosas que me gustaría atestiguar en nuestro país es la llegada de un Berlusconi mexicano con todo y velinas. Lo sé, me acabo de contradecir, pero en el fondo guardo una ingenua esperanza de que se puede cambiar.
  • La espotización de las campañas fue una alternativa errónea. Entre la niñita perredista, los luchadores panistas, los futbolistas priistas y la omnipresencia de Andrés Manuel, las propuestas legislativas quedaron en el olvido. La campaña fascistoide del Partido-negocio Verde fue de las poquísimas que esbozo una agenda legislativa. (“¡¡¡Jajajá!!!, el presupuesto para nuestra campaña lo pagaron tus impuestos”, ríen los verdes). Aquí una perla (poner atención al segundo 51):

No, pus sí, además de una lengua extranjera, que el bono incluya, para los promotores del negocio verde, clases de español, o mínimo de v-o-c-a-l-i-z-a-c-i-ó-n. Quizá sólo es hacer ley una costumbre, y pus me retracto de mi observación auditiva.

  • A pesar del hastío, decepción, malestar, incredulidad que provoca el sistema político mexicano, voy a votar por una opción partidista, al menos en lo que se refiere a las legislaturas federal y local (DF). Puedo entender las razones de los analistas y politólogos que promueven el voto nulo, pero no las comparto del todo. Por una simple razón: la participación ciudadana en una democracia no se reduce en ir a votar. Hay democracia más allá de las urnas. Si queremos cambiar la podredumbre que emana de los partidos políticos, no considero que sea adecuado enviando un mensaje que podría resultar contraproducente o llegar al destino equivocado. El problema son los partidos. Anular el voto, que es una opción legítima y válida, también se interpretaría como una desilusión con la democracia como forma de gobierno. Es imperfecta, pero es el mejor garante para las libertades civiles y políticas. Es necesario reformar el sistema político mexicano, pero evitemos tirar el agua sucia de la bañera con todo y niño. En la calle hay un montón de buitres listos para hacerse de la presa. Hugo Chávez es un ejemplo cercano.
  • En mi caso, el PSD sigue presentando un ideario que comparto en lo general y que quiero que se mantenga presente en la Cámara de Diputados y en la ALDF. Eso no significa que apruebe las prácticas porriles con la que se nombró a su dirigencia actual. Sin embargo, tengo el poder de mi voto para apoyar que una visión socialdemócrata sobreviva en el sistema político mexicano. Por otra parte, pienso anular mi voto en la elección a Jefe Delegacional de la Cuauhtémoc. Las alternativas que presentan los partidos, incluida la del PSD que postuló a Pancho Cachondo, no me convencen.
  • Por primera vez salí sorteado para participar como funcionario de casilla. Acepté gustoso (algo de masoquismo hay en eso) y estaré aportando al esfuerzo para consolidar un digno sistema democrático en nuestro país. Causa que ha costado mucho dinero, sudor y sangre.
  • Durante la capacitación para fungir como presidente de casilla para las elecciones del DF, me “enteré” de que en la elección federal, las casillas se comienzan a instalar a las 8:00 AM. En la local, media hora antes, para iniciar la votación a las 8:00. Me parece absurdo que el IFE y el IEDF no hayan homologado el horario para instalar y abrir casillas. Es decir, un desfase que generará incomodidad innecesaria entre los votantes que se desmañanen y corran presurosamente ansiosos a depositar su voto (nulo o no). Pero más absurdo fue el exhorto que nos hacían los capacitadores del IEDF: “por ningún motivo se dejen presionar por los federales para iniciar la votación al mismo tiempo”, “La ley es muy clara en ese sentido”. ¿Guerrita de poder entre los institutos electorales? Y al escucharlos referirse a los otros como federales, me provocó salir corriendo para desempolvar la 20-20. En fin…
  • El Rayito de Esperanza, aka AMLO, sigue rumiando la forma de hacerse del poder a toda costa. Ahora nos sorprende con un nuevo modelo: la Dictacracia Transmutante. Ya sabíamos que por él, las instituciones se podían ir al diablo. Una de ellas, por cierto, la democracia misma. Pues fiel a su estilo, el Legítimo sacó el cobre en medio de la guerra tribal perredista que se libra en Iztapalapa (como entidad, es la más poblada del país y, por ende, la que más recursos públicos recibe). No le bastó con maravillarnos con su don de la ubicuidad que le permite hacer campaña por tres partidos a la vez. Ahora nos sorprende con sus dotes para ejercer la alquimia electoral. López Obrador dicta con el dedito y el gallito desatados a los seguidores de su tribu para que voten por el candidato del PT a Jefe Delegacional en esa demarcación, un porro venido a más conocido en el bajo mundo como “juanito”. El susodicho renunciará inmediatamente a su puesto para que, según el evangelio del porvenir pejista, el Jefe de Gobierno y la ALDF (que aún no se elige) designe y apruebe a su adepta Clara Brugada, cuyo nombre aparece en la boleta bajo las siglas del PRD, pero que está fuera de competencia ya que el Tribunal Electoral del DF la inhabilito a favor de Silva Oliva Fragoso (de la tribu de los chuchos), quien impugnó el resultado de la contienda interna (pausa para respirar). El caso es que cual ayatola a cargo de las elecciones en Irán, San Amlo dictó línea a todo mundo para transmutar los votos del PRD al PT y así imponer a su gente en Iztapalapa. Las boletas electorales ya están impresas, quien vote por la casilla del PRD, donde dice Clara Brugada, lo hará por Silva Oliva Fragoso. Pero quien vote por el “juanito” del PT, según instruyó a sus huestes, a Ebrard y a los futuros asambleístas, lo acabará haciendo por Brugada. El Líder Supremo pejista, cabeza del Consejo de Guardianes del movimiento "Estaríamos Mejor con López Obrador" (ergo, él mismo), ha hablado.
  • Si la Dictacracia Transmutante se consolida en territorio mexicano, el surrealismo dejará de ser la piedra angular de nuestra identidad nacional. Seguramente se mantendrá el sistema de corrupción que se alimenta de la política clientelar que sostiene la visión de AMLO, pero eso sí, seremos una nación metafísica.
  • El Partido Social Demócrata, en su afán de convencer al electorado que no se puede vencer al narco con balas, pero sí con aritmética (y algo de educación), sacó al aire un espot que versa más o menos así:
    • Maestro ante sus alumnos en un salón de clases: “A ver Pedrito, si en México cada 7 minutos hay un ejecutado a causa de la violencia, ¿cuántos muertos caben en media hora?”

La respuesta requiere cierto grado de complejidad, pues el resultado no es un número entero. Se me ocurre que el espot pudo ser más crudo y realista, abordado desde las fracciones (no partidistas), todo un dolor de cabeza para quienes le tienen ñáñaras al común denominador (sin importar que sea máximo o mínimo):

· Misma escena: “A ver Pedrito, si un oficial de la PFP abre la cajuela de un auto que llevaba abandonado 5 días en la vía pública y encuentra:

- 3 cabezas

- Un cuerpo decapitado

- Un cadáver completo, pero con 80% de quemaduras de 3er grado

- 6 dedos, dos de ellos pulgares derechos

- 1 brazo

- (Su pareja agrega un meñique izquierdo que le sobró de un bisnes privado)…

¿Cuántos cuerpos tenemos?

En fin, feliz 5 de julio, que estemos lejos, muy lejos, de repetir el conflicto postelectoral del 2006, o el de Irán, o la Chávez-cracia venezolana…

viernes, 19 de junio de 2009

EXISTENCIA ETÉREA

EXISTENCIA ETÉREA

Se quedó con su soledad sobre la cama, tal y como lo estuvo en los últimos años desde que el huracán entró por la ventana. Desde entonces, contempla como ha ido desapareciendo su vida gajo por gajo. Desvaneciéndose ante sus ojos. No como una fotografía que el tiempo deslava para convertirla en una ráfaga de luz primigenia. Se esfumó lenta y traslúcidamente. Fantasmalmente. Primero fue su ropa, y de ese montón de trapos, empezó con la vieja chamarra que le acompañaba cuando salía a oler cada mañana. Desvanecieron después trastos y muebles. Sus libros, inservibles, fueron consumidos por esa marea polillezca que no dejó ni siquiera un índice íntegro para ser re-escrito. Pasó el huracán y lo evaporó todo, rítmica y dolorosamente, como pasa la vida. De su familia quedó una sonrisa ingenua dibujada en el aire. Pero esa sonrisa huyó para alcanzar al huracán que entró por la ventana. Sólo queda quieta su persona sobre la cama. Ruega desde ahí el regreso del huracán para escapar de ese arnés que le mantiene inmóvil, con un cuerpo carcomido por dentro que se consume asimismo. Desalmado. Invadido por penas y lamentos. Allanado por esa nostalgia desterrada. Nostalgia que hizo de su vida esta existencia etérea.

martes, 5 de mayo de 2009

5 DE MAYO, VIRUS Y ASCO...

Al parecer, amaina la tormenta epidemiológica. La incapacidad del Estado para ofrecer servicios de salud adecuados orilló a las diversas instancias de gobierno a decidirse por medidas extremas para evitar un contagio sin control. Aún es temprano para declarar el triunfo en la guerra contra el virus de la influenza porcina. Esta es la primera batalla. Tal como nos lo ha recordado la secretaria general de la OMS, Margareth Chan, el rebote puede ser mucho más agresivo. Algo así como el regreso de las tropas francesas tras la batalla del 5 de mayo que celebramos con pompa oficial anualmente. Sí, ganamos la primera batalla, bravo… ¿y luego? Tiempo después nos fue como en feria.

De forma similar, la amenaza del rebote está cerca: la próxima temporada invernal. Unos seis meses. Justo el tiempo máximo estimado para desarrollar la nueva vacuna para hacer frente al H1N1. Very close, indeed. Así que supongo que mientras no nos vacunemos, seguiremos siendo materia dispuesta para el “virusito” que nos puso de cabeza. Con la emergencia, cambiamos nuestros hábitos. Unos más que otros, pero eso sí, los besos, los abrazos y los apretones de mano se redujeron a lo mínimo esencial.

No falta poco para que Calderón, Ebrard y cuanto político se nos ocurra se quieran colgar su “Mission Accomplished”. Pero más allá de la politiquería perenne ¿Qué será de nosotros? ¿Regresaremos a los besos y abrazos? ¿Iremos al médico cuando aparezcan los primeros síntomas de nuestro próximo catarro? ¿Trataremos ahora a los griposos como fumadores en un espacio público cerrado? ¿Nos darán chance de faltar a clases o al trabajo (sin penalización, por supuesto) porque amanecimos moqueando y estornudando? ¿Existen esas posibilidades en un país tan ávido del san lunes y tan carente de servicios de salud óptimos para justificar esas faltas?

¿Cómo seremos cuando realmente acabe la tormenta? Sólo lo sabremos cuando la paloma ya no regrese al arca. En lo que esto sucede, va esta cita que nos puede ayudar a dilucidar cómo será mañana al amanecer ahora que el destino nos alcanzó…

“El asco es un sentimiento acerca de algo y que se produce como respuesta a algo, por lo que no se trata simplemente de un sentimiento puro e independiente, como sería el caso de la gripe gastrointestinal. El asco consiste en parte, en darse cuenta de que se siente, en ser consciente de él. Me resulta difícil entender de qué serviría sentir asco sin darse cuenta. El asco implica necesariamente determinados pensamientos, muy molestos y difíciles de desentrañar, sobre la repugnancia y el objeto que la provoca. El asco tiene que presentarse unido a ideas de una clase especial de peligro: el peligro inherente a la contaminación y el contagio, el peligro a ser mancillado; y estas ideas a su vez, van unidas a contextos culturales y sociales bastante previsibles. Aunque la fuente del asco esté en nuestro propio cuerpo, la forma en que interpretamos nuestras secreciones y excreciones corporales está perfectamente engrasada en complejos sistemas culturales y sociales de significado. Las heces, el ano, los mocos, la saliva, el vello, el sudor, el pus y los olores que emanan de nuestro cuerpo y del de los demás llevan incorporadas las historias sociales y culturales.”

“Algunas emociones, entre las que destacan el asco y su primo hermano, el desprecio, tienen un fuerte significado político. Sirven para jerarquizar nuestro orden político: en algunos contextos se encargan de mantener la jerarquía, en otros, constituyen pretensiones aparentemente legítimas de superioridad y, en otros, se sucintan para indicar que ocupamos un lugar adecuado en el orden social. El asco valora (negativamente) lo que toca, revela la mezquindad e inferioridad de aquello que lo provoca, y, al hacerlo, proclama con aprensión al derecho a librarse del peligro que conlleva la proximidad de lo que es inferior. De modo que se trata de una declaración de superioridad que reconoce, al mismo tiempo, su vulnerabilidad ante la capacidad de mancillar que tiene lo inferior. Rozin cita a un mecánico que capta el meollo de la cuestión: Una cucharadita de aguas residuales estropea un tonel de vino, pero una cucharadita de vino no hace nada en un tonel de aguas residuales.”

Anatomía del Asco, de William Ian Miller, pp. 30-31.

martes, 21 de abril de 2009

Divertido, pero no tan divertido...

Leo el periódico porque me divierte. Me gusta estar informado, de lo que sea. Me divierte al grado de que es una necesidad. Pero maticen. Ojo, no le encuentro nada de divertido enterarme de las tragedias de mis vecinos terráqueos en cualquier rincón el globo. También me indigno con las injusticias y los abusos de los que uno se entera a diario en el diario. Eso no es lo divertido. Lo divertido está en leer el periódico. Si es en la mañana, acompañado de una taza de café, mucho mejor. Y si es con tiempo, más aún.

A veces, no siempre, la lectura del periódico se asemeja a un tejido. Ante la fragmentación de la oferta noticiosa, de pronto, se me aparece un derecho y un revés y acabo con una bufanda que hace algún sentido. Esta mañana, con café pero con prisas, me sucedió. Tres notas, una de ellas un comentario editorial, dejaron luz sobre la triste realidad presente en todo tipo de sociedades: estamos muy lejos aún de la igualdad entre géneros. Ya sea en la India, Gran Bretaña o Estados Unidos, la explotación y los abusos contra las mujeres están a la orden del día, en cualquier ámbito, en todo sentido. Eso no es divertido. Tres destellos de lo mucho que falta por superar, en esta y tantas otras dimensiones sociales.

La violación de mujeres-soldado en el ejército de Estados Unidos, la supuesta venta de la niña que actuó en Slumdog millionaire y la explotación de Susan Boyle como fenómeno mediático marcaron la edición de El País del 21 de abril de 2009. El resultado no fue divertido…

sábado, 4 de abril de 2009

INDUSTRIA DEL ALMA - José Hamra Sassón

Nunca me gustaron los sicólogos. No creía ni confiaba en ellos. ¿Qué pueden saber de una persona a la que no conocen? ¿Qué pueden saber de mí? Se memorizan dos o tres frases de un librito, te las escupen en la cara e interpretan lo que les venga en gana. Te hacen pensar, dicen. Son como tu espejo. Te reflejas. Te confrontas. Te ayudan a ayudarte. Puros lugares comunes. Por eso no creía en ellos. Para el caso, me meto a un Sanborns y hojeo los mismos libritos que me recetarían. Además me ahorro un gasto innecesario y tensiones con mi esposo por el asunto del dinero. Aunque trabajo desde que estudiaba la carrera de Administración de Empresas, las expectativas de un nivel de vida acomodado, con algún lujillo por aquí y por allá, me pisan los talones cada fin de mes.

Siempre pensé que eso de la sicología era más bien una industria dedicada a explotar el alma. Si todos somos neuróticos o histéricas no hay necesidad de curarse. Eso sí, quienes inventaron la sicología resolvieron su falta de empleo. Cuando te quieres ir, el tipo de enfrente suelta, con una frialdad absoluta, una frase del libro que está leyendo en ese momento y te “hace ver” que no te has curado, que no es un buen momento para dejar el proceso de terapia. “Clientela cautiva”, le llaman en mercadotecnia. Así pueden pasar meses, sino es que varios años. Le sucede a mi amiga que lleva siglos viendo a “su” doctor. Como le decía cuando me burlaba de ella, al final del cuento, sigues igual de histérica, pero con menos dinero. Mi amiga me insistía para que vaya con uno, que no me veía feliz. Que había perdido el brillo en los ojos. Pues sí, ya no soy una niña universitaria, le contestaba. Y sumando el costo de la terapia, pues no, no es momento si me quiero ir de viaje a fin de año con Arturo. No tenía la más mínima intención de que me exprimieran la cartera. Por eso tampoco me gustaban los sicólogos.

Ante la insistencia de mi amiga, decidí ir con uno que me recomendó otra amiga. Por algo fui, cansada de una vida a la que no encontraba gusto, salvo las salidas con los amigos y la búsqueda obsesiva de ofertas para comprar ropa.

Pasó algo de tiempo. Iba sin saber exactamente a lo que iba. Me la pasaba hablando. Él sólo asentía o comentaba alguna tontería al margen que me provocaba hablar más. Eso sí, a pesar de que estaba hasta Coyoacán, nunca falté a una sesión ni llegué tarde. Salvo una vez, por una gripa marca diablo, le tuve que cancelar. Me sorprendió descubrir que ir a una terapia otorgaba un status especial entre las amistades. Ingresas a una cofradía que comparte códigos de complicidad.

Hasta hace unas semanas el caché de ir a terapia se convirtió en una pesadilla. ¿Has pensado alguna vez en separarte? Eres joven, trabajas, eres independiente y no tienen niños. Piénsalo, yo creo que les ayudaría como pareja, pero sobre todo a ti, para saber qué quieres. “Si realmente quieres estar con Arturo”, pensé. Se acabó la sesión. Me despedí fríamente, sin mayor intención de regresar jamás. Cabrón, además de mi dinero seguro se quiere acostar conmigo.

En vez de regresar a casa, me senté en un café que estaba justo en contra-esquina al consultorio de Horacio. Hablé con Arturo para decirle que iba a tardar, que me había encontrado con mi amiga y nos íbamos a meter al cine a ver una de las películas que nominaron para el Óscar. Me quedé tomando un café que nunca probé.

Un par de horas después, Horacio salió de su consultorio. Se fue caminando. No sé por qué, pero lo seguí. Nunca me había fijado, pero cojeaba levemente de la pierna izquierda. Lo hacía verse frágil, no como el hombre maduro y seguro de sí mismo que se las sabe de todas todas, atrincherado en su consultorio protegido por decenas de diplomas y centenares de libros.

Caminamos unas tres cuadras y se metió a su casa. Qué cómodo, además trabaja a unos pasos de su casa que se compró con mi dinero. Y ahí me quedé, a unos metros de su puerta, durante no sé cuánto tiempo. Sonó mi celular. En la pantalla parpadeó el número de Arturo. No contesté y lo apagué. Poco después se iluminó una habitación. Apareció Horacio. Abrió la ventana para que respirara lo que era su recámara. Pude verlo, aún más frágil de lo que podría haber imaginado. Me acerqué un poco más, escondida atrás de los matorrales y un árbol que separaban su casa del resto del universo. Me quedé muda viendo como se preparaba para irse a dormir.

Desenroscó la tapa de su cráneo y se desprendió el cerebro. Efectivamente, es materia gris. Por lo menos. Con sumo cuidado, cual figurita de cristal, lo colgó en un tendedero con unas viejas pinzas de madera. Suspendido, su cerebro, empezó a lagrimear. Lenta, pero consistentemente hasta formar un llanto inacabable que salpicaba cual remanente de lluvia de verano.

Después, sicólogo, se quitó la camisa. Meditando cada movimiento de sus dedos, se desabotonó cuidadosamente el pecho. Una a una desconectó arterias y venas. Con la suavidad que inspira un pétalo de rosa, se sacó lentamente el corazón para no rasgarlo. Antes de colgarlo, lo acarició y le besó una añeja cicatriz que palpitaba al rojo vivo. Al unísono que su cerebro, el músculo aportó su cuota de llanto.

Horacio, sicólogo, apagó la luz. Se acostó. Casi de inmediato entró en un sueño profundo al que apenas pude percibir su respiración.

De pronto, el reflejo de la luna me permitió ver cómo enjugaban el cerebro y el corazón de sicólogo. Vislumbré mi llanto ahogado formando un charco en el suelo, justo al pie de su cama. No aguanté un segundo más y salí corriendo. Adolorida, confundida. Muy asustada.

No regresé a la siguiente sesión. No regresé nunca jamás. No le llamé, ni me llamó para preguntar por qué había desertado. No soporté ver mi dolor iluminado por ese halo lunar. Nunca me gustaron los sicólogos.

viernes, 16 de enero de 2009

Otra fábula de impunidad defequeña…

Sábado 2 de enero del 2009, 14:00 horas: Salgo del super. Manejo por Mariano Escobedo con dirección al sur cuando, al dar la vuelta en Gutenberg para entrar a la Anzures, un patrullero me hace la señal para que me “orille a la orilla”. Hago lo indicado. Paro el automóvil dejando la marcha puesta y, a la usanza gringa, espero a que el oficial se acerque. Lo observo desde el retrovisor. El guardián del orden se acomoda propiamente la gorra antes de bajar de su unidad. Finalmente sale de la patrulla a su cargo y con aires de autoridad-ya-me-fregue-a este-cabrón, se acerca a la ventanilla y se presenta:

Buenas tardes joven, soy el oficial Matute (olvidé el nombre, pero valga de homenaje a Don Gato y su Pandilla).

Buenas tardes (le devuelvo la cortesía, listo para evitar la mordida), ¿qué sucede oficial?

Pues con la novedad de que no verificó su vehículo.

¡No puede ser! (me insisto a mí mismo, ¡no puede ser!)

Fíjese en su holograma, debió verificarlo en noviembre y diciembre, y pues ya es enero.

Ipso facto abro la guantera del auto -jamás he puesto unos guantes en ese lugar, pero en fin, resabios del romanticismo motriz- y busco al R2D2 que me ofrece esa imagen cortada de la Princesa Lea que me restriega en la cara: shmock, se te pasó ir al verificentro. “Qué idiota” pienso en mis adentros más profundos, “justo a mediados de diciembre pasé frente a él. Lo vi vacío y hasta me di el lujo de pensar: “lástima que no me toca, este sería un momento ideal para hacerlo”. Pero qué idiota”, repienso…

Pues sí, se me olvidó.

Me permite su licencia y su tarjeta de circulación.

Las busco todo encanijado y le entrego los documentos.

Con este babotas me voy a persignar para juntar pa’l chupe de Reyes, pa’l sprint final, pensaba el poli mientras afilaba sus colmillos y sacaba de su chistera una copia del Reglamento de Tránsito Metropolitano: Mire joven, aquí la ley marca que por no verificar su auto corresponde llevarse el auto al depósito y pagar una multa de 20 salarios mínimos.

Ni hablar, levánteme la infracción, ¿y cómo se lleva el auto al corralón?

Pues me sigue en su auto o le llamo a la grúa.

Faltaba más, llámele a la grúa y levánteme la infracción.

El oficial revisa mis papeles y espeta: uy joven, la tarjeta de circulación viene a nombre de una señorita. Para sacar su auto tiene que ir ella.

En efecto, es mi hermana. No se preocupe, tengo los papeles. Por favor levánteme la infracción… Me acuerdo que tengo las bolsas del super en la cajuela. Oficial, en lo que viene la grúa, necesito dejar unas cosas aquí a una cuadra, por qué no procede con todo el asunto ahí. Al fin y al cabo ya tiene mis documentos, no me voy a pelar.

No joven, eso no se puede.

Pues no hay bronca, llámele a la grúa.

Me sulfuro aún más y bajo del auto. Abro la cajuela y saco las bolsas.

Oiga joven, pues no se enoje.

No estoy enojado con usted, sino conmigo mismo. Se me olvidó verificar el auto y ahora tengo que pasar por toda esta monserga. Usted cumpla con su obligaciones como funcionario público y yo haré lo propio con las mías como ciudadano.

Bueno, dice el oficial, ya enterado de que no pensaba ofrecerle un solo quinto, pero sabe usted que pagar la multa ecológica es complicado porque tiene que bajar del internet una…

No se preocupe, ya me las arreglaré, usted levánteme la infracción. ¿Ya le llamó a la grúa? Porque ya no tengo nada que hacer aquí. Que pase la grúa y ya después yo me voy al corralón por mi cuenta…

Ya la solicité y se regresa a su unidad mientras, rodeado de mis bolsas del super, esperaba impaciente a que me diera la infracción. Tras un par de minutos sale de la unidad, camina hacia mí en su lance final… Joven, se me olvidó decirle que además tiene que pagar una multa de otros 20 salarios mínimos por circular sin verificación…

Ya estaba montado en mi mula. Y como me caga darle mordidas a la policía, dignamente le exigí que me multara. Feliz año mi poli, levánteme mi infracción y llámele a la grúa. Cumpla con su deber. Ya no’más falta que me levante cargos por no haber lavado el coche.

El oficial regresó a su patrulla. Caviló (¿?) por unos momentos y salió de nueva cuenta.

Sabe qué joven, ya lo voy a dejar ir. Sólo tiene que pagar su multa ecológica y ya.

Poco me faltó para decirle que ni madres, que ahora me llevaba al corralón. Pero no soy un ciudadano tan ejemplar, tampoco tan idiota. Pues muchas gracias, le dije, todo yo encabronadamente impune…

Y así, impunemente, pensé en primera instancia que me había salido con la mía. Pero no, me invadió esa sensación de frustración cuando uno se da cuenta que la ley en esta Ciudad, en este nuestro México, la aplican sujetos de poca calaña. ¿O será que no sabía escribir y por eso no me levantó la mentada infracción?

No es la primera vez que me para un policía, con o sin razón. Tampoco la primera vez que le digo, implícita o explícitamente, que no le voy a dar mordida (“no le estoy pidiendo nada”, me dijo alguna vez uno en Guadalajara. “No estoy diciendo que me está pidiendo algo, sólo le estoy avisando lo que no pienso hacer yo”, le contesté). Y por supuesto que tampoco es la primera vez que prefieren dejarme ir sin morder que multarme. Este caso en particular fue grotesco. No fue un error de apreciación. No había forma de argumentar a mi favor. No había verificado. Me declaré culpable de inmediato y me puse en manos de la ley. Y ni así cumplió con su deber.

El resto de ese sábado y el domingo no utilicé el auto. El lunes 5 pagué la multa a primera hora. Tenían que pasar 48 horas para poder llevar el auto a verificar. Por lo tanto, no debía usarlo, salvo para llevarlo al verificentro. Como no pensaba quedarme sin automóvil, me la rifé, sabiendo que manejaba impunemente. Y lo pensé: si me paran, voy para el verificentro. Durante dos días manejé al trabajo ida y vuelta ocultándome de los policías, las patrullas y todo automóvil que luciera una torreta. No quise poner a prueba mi táctica retórica, pero retaba a la autoridad, impunemente, sin necesidad de escribir pancartas o degollar personas. El miércoles pude verificar, y mi alma ciudadana descansó en paz.



Moraleja vox populi: Muchos policías son delincuentes. Lo bueno es que los uniforman para que los podamos identificar.

Addendum cuestionata a moraleja vox populi: ¿A quién se le ocurrió vestir a los policías de tránsito con esos accesorios color retro-verde ochentero chingarretina? ¿Y ese motivo de taxi neoyorquino en las patrullas y la gorra? ¿Y ese remedo de espada láser? Quizá es para facilitar su identificación y que las mentadas vayan bien dirigidas.

Moraleja impune: Cuando te pare un tira, tenga o no razón para hacerlo, pídele la infracción, no insinúes ninguna mordida. Lo más seguro es que no sepa escribir o le dé hueva escribir la boleta, por lo que te dejará ir en cuestión de minutos.

Moraleja preocupante: ¿Qué pasa con los que están a favor de la pena de muerte? El problema en este país no es la falta de leyes severas, sino la corrupción y la impunidad (y la ineptitud de las fuerzas del orden, entre otras tantas). Pero no las leyes. Sólo en México puede haber un Partido Verde que esté a favor de la pena de muerte. Y sólo en México un gobernador del PRI, partido que se dice socialdemócrata, promueve la pena capital. Increíblemente, ambos partidos votaron hace un par de años para proscribir esa posibilidad de la Carta Magna. Si algo me da náuseas es que la política se sirva del miedo de sus ciudadanos. Suponiendo que la pena de muerte resolviera los problemas de inseguridad que padecemos… ¿Los que están a favor de ella confían en las autoridades que deberían aplicarla?

Moraleja Al-Goriana: Los tiras de a pie, adscritos al honorable cuerpo de policías de tránsito, participan en un interesantísimo proyecto ecológico que se encuentra en su fase beta (de prueba, pues). El experimento consiste en producir electricidad haciendo viento con el fin de iluminar los accesorios de sus uniformes. Ya se me hacía absurdo ver tanto policía meneando la manita para agilizar el tránsito vehicular. Energía eólica y orgánica a su máxima expresión. Lo lamentable será cuando los puestos del comercio informal se cuelguen con un diablito del poli de la esquina.