EFEMÉRIDE MIGRATORIA: 9 DE SEPTIEMBRE DE 1925.
En un día como
hoy, pero de hace 90 años, llegaron al puerto de Veracruz, procedentes de Alepo,
Siria, Nissim y Nazli Sassón, mis abuelos maternos.
Junto con sus
hijos Lola (Lili) y León, de tres y un año, respectivamente, migraron en 1925 buscando
nuevas oportunidades y echaron raíz en México.
Su descendencia alcanza tres generaciones de mexicanos judíos de origen
árabe (una orden de tacos de carne
de res kósher aderezados con tjine podría ser una materialización
culinaria de este orden
identitario. Sajtén).
Las
identidades se construyen a pesar de las fronteras impuestas, las ideologías
nacionalistas que se sostienen de ellas y los tiempos que simplemente se
colapsan unos a otros en este instante sincrónico.
La efeméride
no es gratuita en un momento como el actual: cientos de miles de sirios buscan
refugio en los países vecinos y en Europa.
Huyen de la guerra, intentan salvar el pellejo. Tras 90 años el “quizás” encuentra cierto
alivio que no está exento de su propia tristeza.
La efeméride
no es gratuita cuando nuestro país está marcado, entre otras cosas, por la
sombra de Ayotzinapa. La violencia se
destila en un anhelo de democracia y libertades que no llegarán mientras se
sigan cultivando fosas clandestinas y tolerando al régimen que las nutre.
La efeméride
no es gratuita cuando la xenofobia y el odio al que se señala de extraño se apoderan de los discursos y
las acciones de quienes sostienen el estúpido estandarte de la única verdad. Aquí y allende las fronteras. Los días de las persecuciones jamás se
agotaron, pero no son un estado natural. Para nadie.
Son 90 años
que a pesar de todo se merecen celebrar.
Por la memoria de los que migraron, llegaron y ya no están. Por el deseo de quien escribe y está.
Por el barco que trajo a la Argentina
a mis abuelos polacos, por el que trajo a mi abuelo libanés, por el avión que
se llevó a mi hermana a los Estados Unidos, por los navíos en los que quizás se
embarcarán, otra vez errantes, mis hijas o los hijos de mis hijas, por mi
argentinidad y mis contradicciones, por mantener la identidad en la diáspora,
por el navío de los inmigrantes brindo. - Pasaje tomado del cuento
con tintes autobiográficos "El navío de
los inmigrantes", de Ana María Shua, escritora judeo-argentina. (Gracias a Sandra
Lorenzano, que sin saberlo, me regaló esta pista).
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