sábado, 27 de septiembre de 2008

Piojos: De Vietnam a Gore

Piojos: De Vietnam a Gore

"…que hace eternas las almas de los niños

que destrozarán las bombas y el napalm..."

(S. Rodríguez)

Hace unas semanas, antes del puente del 16 de septiembre, la escuela de mi hijo envió a los papás la siguiente sugerencia por correo electrónico (es decir, una reminiscencia de las “circulares” de antaño, que curiosamente eran rectangulares tamaño carta):

Hola a todos:

Con motivo del brote de piojos que hubo entre los niños, se les pide que aprovechen estos días de descanso para dar tratamiento preventivo a sus hijos, para así poder erradicar el problema.

Se sugiere usar algún shampoo antipiojos o aplicar vinagre blanco/manzana en el cabello durante 30 minutos envolviendo el cabello con una gorra, después enjuagar, durante tres días. Adicionalmente usar aceite de romero como si fuera gel hasta que avisemos que se erradicó el problema.

Gracias por su apoyo y comprensión.


A primera vista, el mensaje no tiene nada de especial, necesitamos prevenir que nuestros hijos sean víctimas de un nuevo brote de piojos. Sin embargo, es una muestra de cómo cambian los tiempos. Ser niño y que te “salgan” piojos no es anormal. Si bien recuerdo, pasé por esa penuria en dos ocasiones. La forma en que mis padres combatieron al enemigo es contrastante con el modo en que nos toca lidiar el asunto con mis hijos. De hecho, va de la mano con la geopolítica del momento.


Cuando sufrí mi primer ataque de piojos, no había mantenimiento preventivo, se trataba de corregir, y de inmediato. En esos años, estamos hablando del desenlace de la Guerra de Vietnam, el uso de armas químicas fue un método aceptable por las fuerzas estadounidenses para parar la amenaza comunista. Era el cenit de la Guerra Fría, del mundo bipolar. El Viet-Cong se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para los estadounidenses. Usar napalm y fósforo blanco contra poblaciones civiles para acabar de raíz con la guerrilla comunista fue un mal necesario, a pesar de los “daños colaterales”. El “Mundo Libre” estaba en peligro, el guardián de la comunidad internacional no podía quedarse con los brazos cruzados. Supongo que luchar contra los piojos en casa se vio influenciado por la verborrea de los noticiarios de aquella época (no hace tanto, estamos hablando de los primeros años de la primera mitad de la década de los 70 del siglo pasado).


La táctica utilizada fue fulminante y precisa. Una vez que los piojos (es decir, la plaga comunista) se adueño de mi cándida cabecita, las fuerzas del bien prepararon el arsenal químico. No había otra forma de hacerlo, ya que los parásitos se escondían en mi selva capilar y atacaban ponzoñosamente a la primera distracción. La noche del “D-Day”, minutos antes de enviarme a dormir, mis padres rociaron “flit” en una toalla (en cantidades considerables) con una de esas bombas de relleno que ya no se encuentran tan fácilmente en el mercado. Una vez listo, el campo de batalla (mi cholla) fue cubierto con ese manto napalmesco. Además, fue reforzado con una bolsa de super, que haría las veces de una segunda columna lista para acabar con cualquier osado que intentara escapar de ese infierno. Y de ahí a la cama. Con ese cóctel dantesco el enemigo cayó fulminado. Ningún piojo pudo resistir al embate, quién lo habría logrado atrapado sin salida alguna. Me imagino los últimos minutos de vida de esos piojos, corriendo despavoridos con las patas en alto, desesperados, asustados, cargando a sus liendres clamando por ayuda que nunca llegaría. Mientras eso sucedía en la azotea, yo habré dormido placenteramente (qué otra cosa podría haber hecho con tal concentración de DDT aplicada en la cabeza).


A la mañana siguiente la aldea gaseada fue “peinada” minuciosamente con ese peinecito metálico de pequeñas púas bien apretaditas para limpiar los cadáveres de piojos comunistas y sus asquerosas liendres. A diferencia de los marines estadounidenses, mis padres fueron eficaces y ganaron la batalla final contra la irrupción en mi testa. Los efectos neuronales por el método aplicado no los puedo medir, pero 35 años después sé que al menos no perdí la capacidad motriz para teclear algunas palabras.

Ahora, tras el fin de la URSS y sus satélites, los rojos dejaron de ser la amenaza. Hoy el peligro a la estabilidad internacional lo encarnan al menos tres frentes difusos y hasta cierto punto abstractos: (1) el terrorismo internacional, (2) las instituciones financieras cegadas por la avaricia y (3) el calentamiento global. Como la doctrina bushiana no funciona para combatir al primero y hasta el momento no hay solución clara para el segundo, hacer frente a los piojos del nuevo milenio se concentra en el tercer frente.


Para empezar, combatir al enemigo con químicos dejó de ser políticamente correcto, además de que se ha comprobado su alta toxicidad para los niños. Los nuevos tiempos y sus modas dictan que lo orgánico y natural es lo aceptable para controlar el brote de phthiraptera, esos pequeños insectos neópteros a los que llamamos piojos y que tienen la mala fortuna de dedicarse a la vida parasitaria para sobrevivir. Succionan sangre de la cabeza de nuestros hijos no por malintencionados. Es simplemente su forma de alimentarse y de asegurar un lugar feliz para sus crías.

Así que, apenados por disturbar su futuro hábitat, usamos los elementos que la madre tierra nos regala. Dosis benignas de vinagre de manzana y aceite de romero aplicadas durante tres días generarán un ambiente seguro en la cabeza de nuestros hijos. Así podremos prevenir que estos pequeños seres se hospeden en ella. Además, con esta técnica, aportaremos nuestro granito de arena para hacer frente al calentamiento global sin temer por efectos secundarios en nuestros hijos debido al tratamiento. Al Gore, sin duda, estará orgulloso de nuestra conducta.

viernes, 22 de agosto de 2008

El Facebook: sexto sentido, voyeurismo y ocio infinito.

Status: “José participa en la red social del momento.”

Hace cuatro años no existía Facebook. Aunque no es la primera red social que se desarrolla en Internet, es la que en estos momentos tiene más éxito. En junio pasado se calculaba que tenía 80 millones de miembros. El mismo reporte sostiene que diariamente ingresan al menos 250,000 nuevos usuarios (Facebook Has 115 Million People?). Un verdadero fenómeno de masas. Facebook es una plataforma que ha revolucionado a la propia Web 2.0, el estadio de uso público que actualmente experimentamos en Internet, donde además de consumir información – todo tipo de información – también la generamos.

Facebook, como lo catalogó un amigo, puede ser como el cigarro: le das un primer golpe, y ya te jaló al siguiente. Es un producto adictivo donde se puede perder el tiempo en el ocio interminable por la cantidad de juegos, trivias e intercambio de infinitas estampitas virtuales. Buena parte de los programas que conforman Facebook te hacen interactuar con tus conocidos.

También es una herramienta de la cual hacen uso organizaciones sociales para promover sus causas. El poder de las “multitudes inteligentes” (Rheingold) ha sido capaz de generar cambios políticos presionados desde abajo, como quedó demostrado en España tras los atentados del 2004 en Madrid. Si la experiencia se repite en el mismo sentido, los israelíes y palestinos que interactúan en estos ambientes construyen una nueva realidad en Medio Oriente. Hay quienes se han atrevido a afirmar que el poder que ofrece Internet (columna vertebral de las nuevas Tecnologías de Comunicación e Información) a los sectores sociales marginados hace temblar a quienes acaparan las instancias de poder tradicional. Aún más, Internet es un catalizador para la apertura política en regímenes autoritarios. Eso explica la censura contra esta y otras plataformas de la Web 2.0 en países como China, Siria, Irán y Cuba.

Algo de razón hay en eso, pero lo cierto es que también se ha ensanchado la brecha digital (la distancia entre los que tienen y no tienen acceso a Internet, además de la calidad en el acceso). Sin embargo, para los que estamos de este lado del desfiladero, Facebook ha cambiado la forma de relacionarnos con los demás. Esta plataforma recrea comunidades, redefine sentidos de pertenencia. Dado lo anterior, Facebook ha generado al menos dos efectos “sico-sociales”: el voyeurismo facebookiano y el sexto sentido a la Haley Joel Osment.

Status: “José está impresionado por el voyeurismo facebookiano.

Facebook es la experiencia virtual post-Sex, Lies & Videotape. Facebook, destapa el voyeurista que llevamos dentro. Vemos, y nos dejamos ver. Los grados de privacidad son relativos. Se accede al Facebook sabiendo que seremos vistos por quién sabe quien. Por algunos amigos (el concepto de amistad no es relevante en este momento), pero también por amigos de los amigos, por amigos de los amigos de los amigos, y así hasta el sexto grado del experimento y más allá. No hay escapatoria. Se puede controlar, ¿pero quién lo hace? Si 80 millones de individuos entramos a Facebook es porque queremos ser vistos, que nos vean, que nos relacionen con otros.

Y así como queremos que nos vean, vemos y buscamos relacionarnos. Mientras no se falte a la moral de la comunidad virtual, aparecemos en los monitores de otros por estar relacionados a una misma persona. Me informan en mi home, que “fulano ya es amigo de sutano”. ¿Y quién es sutano?, pues entramos a ver al menos quiénes son los amigos de sutano, o quizá el profile de fulano para que nos dé alguna pista a través de un comentario o una foto. Precisamente, están las fotos donde aparecemos, pero que publican otros y donde somos etiquetados (los tags). Esa etiqueta alimenta las páginas personales de quienes te conocen, pero además alertan a los amigos de tus conocidos.

Somos todos voyeuristas. Quien sea miembro de Facebook y no quiere que lo vean, que tire la primera piedra.

Status: “José sees dead people”

Otra cualidad que he detectado en el Facebook es la de ver fantasmas de vidas pasadas. Yo no sé los demás, pero reencontrarme con gente con la que alguna vez interactúe, es como ver fantasmas, “gente muerta”, que ya no pertenece a mi entorno social inmediato. Puede que no sea tan dramático, pero algo hay de eso. Compañeros y amigos de escuela, de la infancia, del club deportivo, del movimiento scoutico. Con unos ya no había relación, ni siquiera memoria. Con otros, las distancias y las migraciones nos habían alejado, al menos corpóreamente.

El caso es que de pronto mucha gente está nuevamente presente. Por alguna foto repentina, por ser amigo del amigo (algunas veces del enemigo). Se aparecen, así de la nada. Y esos fantasmas de vidas pasadas que están vivos, regresan a ser parte del entorno sico-social presente, aunque sea de lejitos, pero ahí están.

En lo particular, cuando me pasa esto, se me llega a enchinar la piel. Muchas veces por el gusto de saber de ellos, otras tantas porque escarban en mi propio pasado. La sensación es similar a las reuniones de generación escolares (hay un momento en la vida que los años ya le alcanzan a uno hasta para eso). Uno asiste motivado por el morbo: ¿Cómo se verán después de tantos años? ¿Cómo me veré? La experiencia es un tanto intensa, emocionante. En mi caso, cuando después de 20 años se reunió la generación de la prepa, la sensación me duró algunos días. Fue como formar parte de un capítulo de Lost, plagado de flashbacks que se entrelazan para entender lo que supuestamente es el presente. Algo similar me sucede con Facebook. Es una lluvia de flashbacks que puede ser tan constante (aunque por goteo), como uno se “involucre” en esta plataforma social de la red.

El voyeurismo facebookiano y el sexto sentido son además bastones para quienes padecemos de alguna discapacidad aplicada a las relaciones públicas. No se necesita entrar en contacto directo con nadie tras confirmar la “amistad” con otros. Simplemente estás, te relacionas y te relacionan. Te hacen saber cómo se sienten, cómo está su gato, si estrenaron un nuevo armazón, si se fueron o regresaron. Y haces lo mismo, sin tener que verle la cara a nadie. Te dejas llevar por esta marea que entreteje tu vida social, que arma el rompecabezas histórico de tu biografía personal. Ese es el Facebook, un generador de ocio infinito capaz de sacar al ermitaño más solitario de su ostracismo.

viernes, 4 de julio de 2008

jueves, 5 de junio de 2008

Pensar mata...

...pensar ociosamente también (no importa cómo, pero el pensar requiere del uso de neuronas, por más mínimo que sea).


La prueba: una investigación realizada en Suiza.

El objeto de estudio: generaciones de moscas que fueron adiestradas para utilizar sus neuronas.

El resultado: las moscas más inteligentes "desvían" energía vital a sus neuronas, con lo cual pierden tiempo de vida.

La conclusión: papando moscas.



La nota, de la AFP, comienza:



It doesn't pay to be smart and ignorance really is bliss if you want a long life -- at least if you're a fly, according to new research by a Swiss university.
Scientists Tadeusz Kawecki and Joep Burger at the University of Lausanne said Wednesday they had discovered a "negative correlation between an improvement in a fly's mental capacity and its longevity".
As part of their research project, the results of which are published in the journal Evolution, they divided into two a group of flies from the Basel region of northwestern Switzerland.


El resto (no mucho más) de la nota periodística lo encuentras aquí.




Hablando de bichos, dice la máxima: "Comamos caca. Millones de moscas no pueden estar equivocadas".

viernes, 30 de mayo de 2008

Cosas que puedo hacer con una sola mano habilitada

Además de rascarme la cabeza, utilizando sólo la mano derecha puedo:
  • Manejar, manteniendo la dirección estable, tocando el claxon y poniendo la direccional. Todo a la vez.
  • Amarrarme la agujeta del zapato derecho (aunque con ayuda del pulgar del pie izquierdo... y tardé como 15 minutos).
  • Ponerme desodorante en la axila derecha. Por ende, lavarme la axila derecha con jabón. El resto del brazo derecho lo tallo con la panza. No es muy práctico, ni coqueta la escena
  • Abrocharme el cinturón del pantalón.
  • Meter inconcientemente llaves y monedas en la bolsa izquierda - delantera del pantalón. También puedo sacarlas, aunque con principios de desgarre toráxico-abdominal.
  • Bajar por las escaleras y subir por el elevador.
  • Caminar Y platicar.

Pregunta: ¿Por qué se dice LA mano y no EL mano?

sábado, 17 de mayo de 2008

La zurda

Con mi radio izquierdo siniestrado

yo, que soy diestro

ya soy más diestro con la diestra.





Mas sin empacho, mi corazón se mantiene a la siniestra.

Es que me escuché en la radio.

domingo, 9 de marzo de 2008

1990 - Aún existía la URSS


¿Puedes identificar al flaco greñudo con lentes?