PRESENTACIÓN DEL LIBRO
KAN YAMA KAN
DE NANCY SASSÓN
15 DE NOVIEMBRE DE 2016
JOSÉ HAMRA SASSÓN
Antes de hablar del nuevo
libro de Nancy Sassón Ancona, “Kan Yama Kan”, érase una vez (Las libretas
de forro negro), me parece necesario, incluso con cierta urgencia, hacer una
advertencia. Resulta que la autora es mi
madre. La historia que Nancy Sassón
desarrolla en esta novela es su historia familiar. En este sentido, soy un lector privilegiado
del libro. O quizá, no. Reconozco las trampas de la ficción en la
realidad. Escenas que sucedieron bajo
otros nombres, tiempos o circunstancias.
Leo con una mirada sumamente prejuiciada y contemporánea la biografía
ficcionada de la familia de Nancy Sassón en los primeros 60 años del siglo
veinte. Es un relato que inicia con
puntos suspensivos en los barrios de Bahsita y Dyamiliye, en Alepo, Siria, y
culmina con más puntos suspensivos a unas cuadras de aquí, en las calles de Querétaro
y Orizaba de la colonia Roma. Un relato donde
la autora busca en las memorias de sus primeros años y también en las memorias
de otros para revelar sus orígenes.
Así, esta
presentación quizá se trate de uno de los retos más complicados a los que me he
comprometido ya que la historia que se escribe en este libro no me es ajena. Vamos, cruza sin cortapisas por mi propia
intimidad como lector y como sujeto (en el supuesto que podamos separar estas
dos condiciones). Buena parte de la
historia que nos presenta Nancy Sassón se desarrolla en espacios imaginarios como
Alepo y Damasco en Siria; otros no tan imaginarios como Buenos Aires y Nueva
York y, finalmente, en espacios del pasado casi reales que se encuentran en el Distrito
Federal.
Presentar
el libro de mi madre en este espacio me resulta incluso inquietante considerando
que a unas cuadras de acá, no muchas, me presento al menos un par de mañanas a
la semana en el diván de mi psicoanalista.
Coincidencia o no, hace unos días un gran amigo, también psicoanalista
lacaniano, me dijo cuándo lo invité a este evento: “no me quiero perder la
presentación que un hijo hace de su madre”.
Lo padezco en carne propia. Mientras leía el libro la imagen recurrente
que me venía a la cabeza es el cuadro Mujer saliendo del psicoanalista
de Remedios Varo; imagen donde una mujer parece desprenderse de uno de los
fantasmas que teje, la conforman y revolotean su cabeza. Subrayo el parece desprenderse.
Una mirada incisiva no permite determinar si
la mujer que sale del análisis está por soltar al vacío uno de sus fantasmas o
simplemente lo sostiene, dejándolo colgado, posiblemente oreándolo. Incluso, podría parecer que le está pasando el
fantasma al otro que está presente y
no se ve ya que es el que está mirando el cuadro. No conozco a nadie que presuma
que alguna vez se “ha curado” en una experiencia psicoanalista. Lo digo como usuario, y no como expertise. Aquí retomo las palabras de Carlos Arturo
Moreno de la Rosa: Jacques Lacan en su encuentro con la obra de Freud va a
postular que la experiencia analítica tiene que ver con el re-conocimiento del
propio deseo, y continúa la afirmación de que el psicoanálisis no cura, pero
añade: “si llegara a haber una cura, sería curar de la ilusión”.
MUJER SALIENDO DEL PSICOANALISTA, 1960. http://remedios-varo.com/ |
Esa es
la clave que he encontrado en la lectura de Kan Yama Kan: el re-conocimiento
del propio deseo. Los personajes que ahí
se dibujan, empezando por Saúl, son impulsados a cometer “locuras” a partir de
seguir su deseo. Es su
deseo el que lo lleva a intentar romper, una y otra vez, con el yugo de “lo
esperado por el otro”. Hay un deber ser
que se impone y sobre el cual las paradojas y las contradicciones florecen en
el trascurso de la lectura. El asunto
está, me parece, en esta confrontación con el deber ser, con el deberse a las
llamadas “raíces”, figura que más que apelar a un pasado en común, lo que hace es, diría Amin Maalouf; “enterrar al sujeto en el suelo”. Escribe Maalouf: “Las raíces se retuercen
entre el barro, prosperan en las tinieblas; tienen al árbol cautivo desde que
nace y lo nutren a través de un chantaje: ¡si te liberas, te mueres!”. Si no es de las raíces, ¿de qué nos podemos
sostener? Maalouf señala, en su propia
tarea de construir una biografía familiar, que las personas, al igual que los
caminos, tienen un origen: “un origen ilusorio, puesto que una carretera nunca
empieza de verdad en sitio alguno […] origen inaprensible, porque en cada
encrucijada se han sumado otros caminos que procedían de otros orígenes”.
Más
que un punto inamovible en el pasado, desde donde todo comienza, el origen es, escribiría
en su momento Walter Benjamin, “un torbellino en el río del devenir, y entraña
en su ritmo la materia de lo que está en tren de aparecer”. Desde ahí podemos pensar en la ilusión de
encontrar el origen de cada uno de nosotros.
Y Kan Yama Kan nos ofrece una respuesta en la búsqueda de Nancy
Sassón por recontar parte de su historia en esta novela. Recontarla desde el torbellino del origen,
recontarla en la ilusión de darle orden a este devenir multicultural, complejo
e inacabable. La historia personal se
escribe y reescribe en la medida que se sumerge en las aguas del río que propone
Benjamin. El origen, como sus futuros,
es un devenir del presente. Ambos
tiempos, en su diversidad geográfica, se construyen aquí y ahora.
Así, el
título del libro, que en árabe la autora nos dice significa “érase una vez”,
esconde el repliegue de los tiempos expuestos.
Justamente en una lectura multicultural, compleja y babélica del título podemos
descubrir el aquí y el ahora. Kan, en hebreo es “aquí”. Y Yama es homófona de “llama”, del verbo
llamar en la tercera persona del presente.
Podemos leer entonces: Aquí, llama
aquí. El libro sitúa a los
personajes de un pasado en el presente. A
algunos los invoca. A otros los re-inventa. Los proyecta aquí en una lectura que trasciende los tiempos y los muestra en el
presente. El “llama” homófono además es
una invitación al lector en su conjugación como imperativo afirmativo en la
segunda persona: “Tú, lector, llama a tus ancestros que te presento en estas
letras”. Es el paso del fantasma como estafeta
de una generación a otra.
Pero
hay más. En la homofonía propuesta, “llama”
es también fuego, la zarza ardiente, perenne.
El pasado invocado que se hace permanente. ¿Qué hacer con esos tiempos de los otros que
no se disuelven? ¿Qué hacer con los
legados, con las herencias culturales? ¿Con las emocionales? ¿Qué aceptamos y que no? ¿Cómo podemos
desligarnos de lo que circunstancialmente portamos y no deseamos? ¿Qué es lo que realmente nos pertenece en el
aquí y el ahora, en el kan yama kan multicultural, complejo y babélico?
Por
eso hablo de reconocer los orígenes en los caminos a recorrer. Ahí reside el dilema perpetuo del personaje central,
del sujeto sujetado a honrar y seguir con preceptos que tienden a cancelar otro
tipo de posibilidades. El deseo de Saúl
expuesto en la atracción sexual y en “hacerla económicamente en la vida” evidencia
un intento de rompimiento que no es posible del todo. La culpa (sí, la maldita culpa) entra en
juego y juega con un hombre que no se atrevió lo suficiente a liberarse de la
asfixia de las raíces que lo jalan y hunden hacia el suelo. Sí, Saúl se exilió, se desprendió de su
tierra, Alepo, para pretender florecer.
Pero este migrante, fuera de su tierra, enraizó en la tierra que llevaba
en la maceta. Ahí su éxito, pero también
su drama que Nancy Sassón recrea capítulo a capítulo.
El
lector que se acerque a Kan Yama Kan descubrirá
un entrecruce de biografías, geografías, idiomas, palabras, sabores, aromas, músicas
que indexan la diversidad de los orígenes.
Esa complejidad identitaria que se descubre en la escritura diversa y
polifónica que Nancy Sassón hace al construir la historia de Saúl y los
personajes que van apareciendo en su vida.
Kan Yama Kan es un
homenaje a los que ya no están y que nos trajeron acá. Kan
Yama Kan es un canto a los que estamos y estarán. Los pasados fantasmagóricos son un homenaje
en la diversidad permanente del presente.
Kan Yama Kan también trae
consigo una postura política que puede servir para afrontar lo que se viene: estas
identidades complejas que devienen de la multiplicidad de orígenes son un
antídoto al discurso del odio que hoy se fortalece amenazante tras el ascenso
del trumpismo.
Lean
el libro de mi madre, disfrútenlo y permítanse adentrarse al torbellino de los orígenes
de Nancy Sassón Ancona.